Vasos, música y sangre
Era una noche normal en Santa Anita. El alcohol se mezclaba con las letras de Chacalón Jr. en la discoteca Lucero. En medio de las luces se desató una una pelea. El pintor de autos, Marco Antonio Rivera Garriazo, de 24 años recibió un profundo corte en el tórax. La muerte se lo llevó cuando se encontraba camino a su casa. Sus amigos no pudieron hacer nada y llegó muerto al hospital Dos de Mayo.
Mientras se debate la aplicación del Plan Zanahoria, propuesto por la alcaldesa de Lima, la inseguridad ciudadana se ha convertido en un -lamentable y habitual- tema en la agenda nacional.
Las desgarradoras letras y acordes de la música chicha, las idas y venidas de incontables vasos de cerveza, la falta de comunicación en el hogar, la presión del grupo y las provocaciones entre jóvenes que quieren ser “respetados”, terminan en injustos baños de sangre.
Según la directora de Cedro, Carmen Masías, nos encontramos en un país donde el consumo de alcohol se inicia alrededor de los 12 años y las cifras de alcohólicos llegan al millón de habitantes. Definitivamente nos enfrentamos a un tema de salud pública realmente preocupante.
No podemos acostumbrarnos a la muerte ni a la violencia. No tomemos como habitual que las vidas se apaguen en una ciudad donde la inseguridad ciudadana se ha vuelto tan habitual como la neblina.
