ya acabó su novela

(Re)medios

Publicado: 2011-09-21

Por: Claudia Delgado G.

Era 1990. Un chinito desconocido subió al poder y llenó los televisores y puestos de periódicos con información basura y psicosociales. Pronto, la virgen que lloraba sangre o la vampiresa Sarah Hellen invadían las portadas  y programas dominicales. Además, voluptuosas vedettes se imprimían, a todo color, en los diarios. Los asesinatos se convirtieron en primera plana. Si no había una buena noticia con la cual abrir una edición, nunca faltaba una gigantesca foto de una persona asesinada o atropellada –sí, mientras más sangre y sesos, mejor-  en la portada. La sangre, el sexo y la violencia se tornaron tan comunes que ya nada sorprendía.

Resulta interesante recordar cómo la dictadura fujimorista, tan criticada por promover este tipo de contenidos en los medios, simplemente ha modificado -un poco- su forma (ya no vemos portadas que apoyen abiertamente al gobierno de turno), pero las calatas y los muertos quedan.

Los medios de comunicación deberían, en teoría, informar a la ciudadanía para que, posteriormente, generen sus propias opiniones sobre determinado tema. Claro, tengamos en cuenta que hay que dejar de lado la utopía de “informar con la verdad”, puesto que es relativa.

Sin embargo, ¿Podemos estar informados al observar, en el noticiero de las diez de la noche, como un padre intenta violar a su hija? , ¿Puede calificarse como información relevante observar, con zoom, los cadáveres de soldados muertos en el VRAE?, ¿Nos ayuda a comprender la realidad sentarnos frente a la televisión para ver, una y otra vez, los “muertos del día” y sus desconsolados familiares que, noche tras noche – cual novela de Televisa- claman justicia?

El morbo y el placer culposo que generan en el público este tipo de escenas e imágenes, incrementa los bolsillos de los grupos empresarios que manejan los medios. Muchos dirán que el contenido se mantiene porque el público lo sigue consumiendo (y tienen razón). Pero la televisión de señal abierta, específicamente los noticieros, no ofrecen una oferta novedosa. Si vemos muertos en 90 segundos, también los vemos en 24 horas y en América Noticias. Son los mismos muertos que, cual actores, aparecen en todos los canales y, si tienen más “suerte” y su muerte ha sido “memorable”, incluso se pueden ganar un pedacito de la portada de algún diario.

Parece que nadie hace caso a la adormilada Ley de Radio y Televisión. Si así fuera, muchos medios estarían sancionados e –incluso- clausurados. ¿Se cumple el respeto y la defensa a la dignidad de las personas? Habría que preguntarle a la madre que ve el cadáver de su hijo en primera plana. ¿Se protege a los niños y adolescentes, la reputación y el honor de la intimidad? Preguntémosle a la chica que casi fue violada por su padre.

En la teoría, debería ser CONCORDTV (Consejo Consultivo de Radio y Televisión) quien defienda al público. Indagando en su página web descubrimos lo difícil que resulta sentar una queja. No solo nos remiten a numerosas –y engorrosas- instancias antes de que nuestra queja proceda, sino que la comunicación es lenta y desanima a cualquiera. Mientras tanto, en los medios impresos, si un lector quisiera quejarse por algún contenido, podría acudir la figura del “ombudsman” -más conocido como defensor del lector- una fórmula exitosa en países como España, Argentina, Brasil y Colombia, pero que aún resulta -en nuestro país- un espejismo.


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