Con la frente en alto
Por: Claudia Delgado G.
Cuando los cuerpecitos de tres niños cajamarquinos se enfriaron- después de ingerir alimentos repartidos por el Pronaa- la ministra García Naranjo bailaba. Aunque numerosos intercambios de palabras sobre su “necesaria” renuncia, tan vital para la oposición, se dieron en las últimas semanas, las cosas no cambian. Los niños afectados fueron víctimas inocentes de un programa de alimentación necesitan que sus muertes no hayan sido en vano.
Es necesario reestructurar el Pronaa y, lo más importante, abrir los ojos ante una realidad que muchos prefieren obviar. Cuando Ollanta Humala hablaba de inclusión en sus mitines de campaña, muchos le creímos. Que la ministra de la Mujer prefiera inculpar a otros antes de asumir su responsabilidad política –o al menos pedir sinceras disculpas al respecto, trajo abajo el discurso nacionalista. No cuestionamos la trayectoria de Mocha, tampoco, a estas alturas, pedimos que renuncie al cargo. Sabemos que la renuncia sería, sobre todo, simbólica. Pero de no llevarse a cabo, tampoco es el fin del mundo. Es necesario, simplemente, que se tome cartas en el asunto. No sirve de mucho lamentarse de lo que dijo o hizo, ahora se debe pensar sobre lo que se hará de ahora en adelante. Mocha debió enfrentar la situación con la frente en alto, sin delegar funciones a inexpertos que pensaron que con unos cuantos soles podrían reemplazar la vida de unos niños.
No sirve culpar al gobierno de Alan García, el cual habría comprado los alimentos que apagaron la vida de los niños, como mencionó el congresista Yehude Simon en una entrevista concedida a El Comercio. Tampoco son fructíferas declaraciones del tipo “Al pobre hay que tratarlo como ser humano (…) no le puedes dar cochinadas”, como dijo, el día de ayer, Luisa María Cuculiza.
No hay excusas posibles para el lamentable hecho, nuevamente los pobres pagaron por la ineptitud de un programa estatal. De ahora en adelante la re-estructuración del Pronaa tiene que ser de raíz. No hay lugar para los almacenes sucios ni la comida caduca, hay más de 45 mil vidas en juego. De nada sirve llorar sobre las menestras derramadas.